El agua supone entre un 50 y un 70% de nuestra masa corporal, y cuando disminuye ese porcentaje, el funcionamiento de los órganos puede encontrarse con dificultades. Es lo que ocurre si llegamos a deshidratarnos, una situación en la que se puede deteriorar rápidamente la función renal, llevando incluso a la aparición de arritmias.
Por eso, especialmente en verano, cuando perdemos más líquido del habitual por el calor, debemos estar alerta para adelantarnos a una posible falta de hidratación. Las altas temperaturas hacen que sudemos más, lo que significa pérdida de líquido, y de ahí la insistencia de los especialistas en que prestemos atención a las necesidades de agua de nuestro cuerpo sobre todo en época estival. La clave está en beber un mínimo de agua diaria, incluso aunque no tengamos sed, para cubrir la demanda de hidratación del organismo asegurándonos de que nuestros órganos funcionan como deberían, incluido el corazón.
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