Desde su invención, hace más de medio siglo, el microondas se ha convertido en una parte fundamental de nuestra cocina. Su mayor logro ha sido hacer que siempre, sea la hora que sea y tengamos el alimento que tengamos, comamos caliente. Es, además, barato. En comparación a una placa de inducción o una vitrocerámica, su coste (tanto de compra como eléctrico) es relativamente bajo. Cierto es que no todo son cosas buenas. Por muy de moda que se hayan puesto las ‘mugcakes’ (tartas ‘instantáneas’ que se hacen dentro de una taza situada en el microondas durante escasos segundos), sus posibilidades culinarias son limitadas. Sí, se puede cocinar, pero a casi nadie se le ocurriría hacer un solomillo de buey de buena calidad en el microondas (aunque locos hay en todos lados).
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