Larry Rosenstock trabajaba de carpintero para pagarse sus estudios de Derecho en la Universidad de Boston. Tanta afición le cogió que, cuando terminó la carrera, se puso a enseñar esta disciplina a estudiantes de instituto. Entonces decidió abandonar su previsible futuro como abogado y se convirtió en profesor. Es el fundador de High Tech High, una red de 16 colegios-laboratorio donde estudian casi 6.000 alumnos de Primaria y Secundaria del área de San Diego (EEUU). Más que escuelas, parecen talleres. Las aulas son naves industriales de techos altísimos de cuyas paredes cuelgan todo tipo de cachivaches. Los críos no llevan cuadernos sino destornilladores, sopletes y sierras eléctricas. En vez de redacciones y divisiones, hacen inventos.
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