En el principio reinaba un perfecto entendimiento entre la Tierra y el Cielo. El Cielo velaba sobre la Tierra. La vida era feliz y la muerte venía sin dolor. Todo pertenecía a todos y nadie tenía que gobernar o conquistar.
Pero la Tierra comenzó un día a discutir con el Cielo y dijo que ella era más vieja y poderosa, la creadora y sostenedora: «sin mí el Cielo no tendría apoyo y se desmoronaría, yo creo a todos los seres vivos y los alimento. Todo nace de mí y todo vuelve a mí». Oba Olorun, el rey Sol, no respondió pero hizo al Cielo una seña y el Cielo se alejó murmurando: «Tu castigo será tan grande como tu orgullo».