Mixu, este felino negro que apareció en casa procedente de vete tú a saber dónde, me mira con los ojos entrecerrados desde donde se acaba de tumbar. Se ha puesto justo encima de unos papeles, detrás del ordenador, mientras trabajo. Parece relajado. No es la primera vez que lo hace. A veces incluso viene aquí a dormir por la noche. ¿Será que le gusta pisar información impresa de reportajes pendientes de publicar?
Más bien creo que lo que siente es atracción por mi ordenador. Otra de sus conductas frecuentes -y más arriesgada aún- es ponerse encima del teclado mientras mis manos pican frases y estoy absorta mirando la pantalla. No tengo más remedio que decirle que no, y sacar a este pequeño león, de seis años, si no quiero que salgan de sus pezuñas palabras imposibles de descifrar que entorpezcan el texto.
