En Turquía no dejan morir a perros y gatos pese a las restricciones impuestas por la pandemia

Los animales se han mimetizado con el paisaje urbano. Son omnipresentes, los sultanes y las emperatrices de cafeterías y bazares. Se sienten protegidos. Desde 2009 una ley dictada por el Gobierno turco castiga a quien les haga daño o les retira la comida.

Las mezquitas del Bósforo de Estambul cantan al unísono llamando al primer rezo. El exotismo tiene su aquel, aunque te joda el sueño. Desde la cama pienso en la película La pasión turca, protagonizada por Ana Belén, desde el impacto sonoro generado por las entremezcladas voces que surgen de innumerables minaretes. «La ilaha illa-Allah». Son las 06:30 de la mañana y el termómetro no alcanza los siete grados de temperatura. Amanece con mucha neblina, tanta que la ciudad parece Londres. Las gaviotas del ‘Cuerno de Oro’ se posan en las azoteas de los restaurantes más emblemáticos y piden comida con sus graznidos a los extranjeros. Ügur se despierta con la voz del imán del templo más cercano. Se escuchan los primeros ruidos de la ciudad despertándose: bocinas, sirenas de ambulancia, ecos de andares con prisas en la calle.

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