Todo empezó en plena crisis. «En 2013 teníamos muchas horas en las paradas sin hacer nada. De carrera a carrera podía pasar dos horas», cuenta Eva. Eva es taxista. Y se desesperaba esperando a que llegaran clientes. Charlando con otras compañeras, todas mujeres conductoras, se les ocurrió emplear ese tiempo perdido en ayudar a alguien.
«Todas alguna vez hemos llevado en el taxi a niños enfermos, niños a los que ves ir a sus sesiones de quimio. Y presencias su sufrimiento, y el de sus padres. Por eso decidimos invertir en investigación contra el cáncer infantil, que es el menos financiado», relata esta conductora profesional.