La sociedad es determinante para fijar las normas implícitas para permitirnos vivir en convivencia. Es ella -como un contrato social-, la que nos indica cómo debemos vestirnos dependiendo de la ocasión, cómo debemos planificar nuestra vida en función a lo que se espera de nosotros y cómo debemos comportarnos según el género, entre otros.
La sociedad como generadora de prejuicios
A partir de estos dictámenes es que se crean los prejuicios, siendo los mismos imprescindibles en la creación de las expectativas entre cada uno de nosotros, los que esperan los demás de nosotros y viceversa.
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