Son pocos, pero sabrosos, los alimentos morados que encontramos en nuestra dieta. A bote pronto podríamos hablar del ajo morado, de la zanahoria (sí, las hay moradas), pero también de las patatas (como las vitelotte) y de algunos frutos del bosque, con ciertos tintes violáceos.
Más allá de ellos no abundan estos tonos en nuestra cocina pero si hablamos de una protagonista, morada o púrpura, debemos hablar de la lombarda. Una col que sienta colores catedralicios en nuestra cocina de otoño e invierno, siendo importantísima en numerosas mesas de Navidad, y a la que hoy nos rendimos, demostrando que no hace falta ‘condenarla’ en los fogones solo al 25 de diciembre.