El I Ching es a la vez un libro puramente sapiencial, y un libro de práctica adivinatoria.
Confucio decía: «Si me fuera posible prolongar mi vida unos años, pediría cincuenta más para poder estudiar el I Ching y librarme así de mis muchos errores».
El I Ching nos hace partícipes y responsables de la evolución de nuestro destino, nos da plena libertad en el desarrollo de los acontecimientos y, cuando responde a nuestras preguntas, simplemente nos habla del modo de actuar que sería el más aconsejable y conveniente para nosotros en la situación en la que nos encontramos.
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