Colores dorados y anaranjados, junto con ese toque marrón que ofrecen los erizos y castañas, esbozan un paisaje que las palabras de este texto apenas pueden hacer justicia. Sin embargo, la cálida paleta es tan solo la antesala del verdadero escenario que os podéis encontrar allí. Un escenario conquistado por el tímido canto de las aves y el pasar del viento por las laberínticas copas de los árboles que, para muchos, sería como convertir un sueño en una completa realidad.
Por supuesto, tan solo es eso: un sueño, o más bien la sombra de lo que un día este paisaje llegó a ser. En la actualidad, el característico dorado da paso al marrón del barro y la tierra pisoteada, las castañas ceden el testigo a los plásticos y las mascarillas y, como no sería de otra forma, el cantar de los pájaros y el sonido del viento se ocultan bajo las voces de la especie que ha transformado este mundo.
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