Nuestras abuelas nos enseñaron que el aceite es un alimento tan necesario en cocina como caro. Y debía aprovecharse al límite.
En tiempos de escasez –es decir, durante casi toda la historia de España– el aceite se reutilizaba tantas veces como fuera posible: hasta adquirir un color tan negro, y un sabor tan rancio, que no servía más que para hacer jabón.