Un día más suena el despertador. Hay que levantarse, desayunar algo y, sobre todo, mentalizarse para superar el reto que plantea esa jornada, que no es otro que estar preparados a las ocho y media de la mañana a las orillas del Ebro para recorrer una distancia de 40 kilómetros río abajo tan solo con la ayuda de un pequeño kayak y nuestro cuerpo.
Esta es, sin embargo, la punta del iceberg del desafío que ha representado el BluEbro porque, durante los 22 días que ha durado, ha exigido a sus participantes repetir casi a rajatabla esa misma rutina. El objetivo: completar los imponentes 930 kilómetros que talla el Ebro desde su nacimiento en Fontibre (Cantabria) hasta su desembocadura en un particular delta en el Mediterráneo.
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